Un blog de reflexión personal. Un blog que pretende ser ameno, entretenido y muy directo, sin ningún rodeo. Un blog hecho para que todos escriban su opinión y pasar un buen rato.

viernes, 25 de febrero de 2011

La verdadera Ola

Soy perfectamente consciente de que el texto que pretendo escribir será criticado por la posición que tomaré en su redacción. Es más, entiendo que lo sea dada mi opinión sesgada y muchas veces sectaria, mi forma de expresión tajante y segura o mi visión un tanto idealizada de los temas sobre los que escribo. Aún así, me aventuraré a lanzar teorías utilitaristas que, al menos en mi cabeza, tienen sentido, cosa que puede ser peligrosa para mi salud mental (espero que no física por las ideas que en ocasiones tengo).
Confieso ser elitista. Elitista no en el sentido de segregación social ni de exclusión que ha tenido tradicionalmente la palabra, sino elitista en el sentido del estudio de la historia y de los movimientos sociales y políticos. Como tal, intentaré aproximarme a un análisis de la realidad que se vive hoy en el norte de África con las, en mi humilde opinión, mal llamadas “Revoluciones Democráticas”, con la intención de dejar de lado, que no excluir ni negar, la visión economicista (marxista) de estos conflictos. ¿Por qué lo hago? Supongo que es porque en el fondo me niego a pensar que todo sea producto de la economía y sus relaciones, clases sociales o movimientos transaccionales. Me niego a pensar que el factor hombre, el factor humanidad y el factor razón no tienen nada que ver con lo que a mí me gusta llamar “Evolución Socio-Política” (supongo que no será un término nuevo, pero no estoy seguro).
La gran campaña mediática que desarrolla la comunidad internacional no para de mostrarnos, a veces de forma implícita y otras muy escondida bajo una capa de morralla, la relación que tienen estas revoluciones o expresiones populares con el petróleo o el gas natural abundantes en la zona en cuestión. Propongo una nueva visión no eurocentrista o occidentalista de lo que puede estar pasando. A esa pobre gente que está muriendo en Libia a manos de un dictador férreo y estrambótico, a los tunecinos que lucharon o a los manifestantes de la plaza de “Tahir”, poco o nada les importa el precio del barril de Brent en Europa o EE.UU. Es a Occidente como entidad, a la que le interesa eso. Así que consideremos que es el propio pueblo de esos países, usando su soberanía popular y su legitimidad como población, territorio y nación los que, por voluntad propia, han decidido revelarse en contra de gobiernos sin razón impuestos, precisamente, por razones económicas y geopolíticas. No negaré nunca que los conflictos pueden tener caracteres ocultos, pero en todo caso es para Occidente, nunca para ellos mismos.
Es por tanto, de este modo, que entiendo que las sociedades de estos países están cambiando por propia voluntad y por razón de ser a través de movimientos, no dejando de ser de corte nacionalistas, que pretenden la caída de regímenes fallidos o autodestruidos. El tema de las “Revoluciones Democráticas” es un tanto escabroso, pues en realidad, las luchas eran en su mayoría por la caída de los regímenes y en sitios como en Libia, todavía no se ha hablado de Democracia o Derechos, simplemente de Tiranicidio. Como dato, debo recordar que estas revoluciones, desgraciadamente se parecen mucho a las que tuvo lugar en Irán; que empezando por una revolución democrática se metieron en un régimen de corte islamista mucho peor que el que representaba el “Shah” impuesto por poderes y soberanías interesadas economicante hablando (el partido de oposición mayoritario en Egipto son los “Hermanos Musulmanes”, muy islamistas, y el de Túnez es la “Unión Islámica de Túnez”, en países con una concentración muy elevada de analfabetización y donde la religión y la tradición juegan papeles decisivos en la política además de no tener tradición democrática y contar con el dato de que estas revoluciones las están llevando a cabo burguesías urbanas medianamente cultas).

Sigo prestando todo mi afecto a todos los ciudadanos de cualquier país, que en legítimo ejercicio de su soberanía como pueblo integrante de una nación común,
desechan y destruyen regímenes tiránicos por cualquier medio.

Gracias

sábado, 12 de febrero de 2011

Televisión de Plasma

Supongamos, al menos por un solo instante, por un minuto en el que evocaremos el espíritu de los anacrónicos, acomodados y envejecidos socialistas de cualquier parte del mundo y sector ideológico, que las ideologías siguen existiendo. Démosle el gusto a aquellos que con sus palabras, escritas o habladas en aulas universitarias, en las calles o en privado, ensucian la memoria de quienes murieron y dieron su vida por una creencia, una idea e incluso por un conjunto de ellas. Las ideologías, las corrientes ideológicas por las que tanta sangre se ha derramado y tanto fuego ha causado a lo largo de siglos en todo el planeta, siguen vivas, siguen vigentes y siguen existiendo. Suponemos, que fuera de los libros de historia y de filosofía que con tanta ferocidad devoramos preparándonos para parafrasear en cualquier lugar a tal autor con la única utilidad de parecer inteligentes, cultos y leídos, las corrientes ideológicas están vivas y aún en lucha.
Y ahora toca preguntar. ¿De veras existen esas ideologías? ¿Es cierto que alguien está dispuesto en el 2010, en nuestra sociedad, a dar su vida y a sufrir por lo que cree que es un fin mayor? O mejor dicho, ¿hay alguien dispuesto a levantarse del sofá para luchar? Claro que sí. Todos conocemos a más de dos y tres que no hacen más que quejarse del sistema liberal-democrático mientras se comen una hamburguesa en cualquier franquicia del monstruo imperialista o ven, indignados, las noticias en su televisión de plasma que su sueldo por el trabajo en empresas liberales o como empleados públicos de un Estado infectado por el espíritu capitalista ha comprado. La respuesta a esta ofensa que acabo de hacer (y aseguro de que esa era justamente la intención de la anterior frase) de cualquier persona de estas características es muy predecible; no queda más remedio que participar del sistema.
Una vez más nos queda preguntarnos, si de verdad son conscientes estas personas del sistema en el que viven, si de verdad son estas personas conscientes de las posibilidades que el propio sistema les ha brindado o si de verdad existe una alternativa real. Normalmente, y esto es una impresión totalmente personal, estas personas no saben dónde viven. No se dan cuenta de que en realidad viven en un sistema bastante garantista, no perfecto, pero garantista que vela por ellos porque se supone, que todos, directa o indirectamente, velamos por él. Estas personas no son conscientes de que si pueden hacer esa crítica mordaz y elocuente basada en estudios filosóficos de principios de Siglo XX es precisamente porque son partícipes de un sistema que garantiza la libertad de los individuos. Estas personas de verdad creen en otros sistemas demostradamente fracasados precisamente por no garantizar las libertades de los individuos así como las televisiones de plasma. No lo entiendo muy bien.

domingo, 4 de julio de 2010

Prólogo

Todas las sociedades humanas son reflejo de la situación en la que están involucradas, y así, podríamos aplicar la famosa frase del filósofo español Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia”. Los conjuntos sociales no evolucionan individualmente, sino que cambian y se transforman según los procesos de su alrededor y los ocurridos en su propio seno. Puesto que todavía no hemos tenido constancia de que ningún grupo humano no se haya adecuado a esta regla, la sociedad del Estado de Israel no va a ser excepción. Es más, dicha sociedad se ve en gran medida y terriblemente influenciada por los procesos políticos que su sola existencia conlleva.
Probablemente no podamos hablar de la historia de la sociedad israelí hasta 1947, año de la formación del estado, y precisamente, año en el que se empieza a conformar un verdadero sentimiento de unidad con respecto al ser judío. Sin embargo, el sentimiento de unidad nacional, que en otros nuevos estados tardan años en completarse, y en otros antiguos jamás se consigue, se logra de manera casi totalmente instantánea en Israel. Esto bien podría ser porque todos sus conformantes comparten una idea común (ya sea religiosa o tradicional) o porque se ven todos afectados de inmediato por una situación internacional de máxima tensión política y militar que hace peligrar los, todavía húmedos, cimientos de una sociedad y un país en construcción.
El proceso de evolución de la sociedad israelí es extremadamente complicado, porque así lo es la situación que sus conformantes llevan viviendo más de 50 años. El conflicto continuo que vive el país, ya no solo por la posición que ocupa en el mapa geopolítico, sino por su mera existencia, es el principal motor de evolución social que tiene su conjunto humano. Una evolución, en la que sus actores no tienen nombres o apellidos, no tienen siquiera gobiernos ni naciones, pues su actor principal es la guerra y el supuesto estado de amenaza, ya sea externa o interna que vive sin descanso o la propia amenaza que la sociedad israelí representa para los demás.
Israel, o más bien su sociedad, siguiendo la tendencia de institucionalizar, tan propia de occidente desde el Siglo XVII, ha creado todo un conjunto de procesos y una maquinaria de entramado político y social que defiende al propio conjunto humano hacedor. Esto parecería absurdo desde un punto de vista exterior al conflicto, sin embargo, eso es precisamente lo que el pueblo israelí, completamente homogeneizado por ellos mismos en un mecanismo de autodefensa cree hacer; protegerse. La evolución del pueblo de Israel como estado y como sociedad, sería y es, el ejemplo perfecto de libro sobre evolución social forzada.
No queriendo introducir debate, cabría preguntarse quién es realmente el que se deba proteger, pero contando que el trabajo expuesto hace referencia a la sociedad israelí y a las instituciones que han conformado en su propia historia, reniego de plantear siquiera la cuestión. El caso es que, en una situación como la vivida en Israel en la actualidad, es muy fácil entender la formación de un nacionalismo fuerte y arraigado en la población, una sociedad completamente homogeneizada en pos de una idea o una tendencia y unas instituciones formadas para protegerse de la “amenaza” que viven.