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domingo, 4 de julio de 2010

Prólogo

Todas las sociedades humanas son reflejo de la situación en la que están involucradas, y así, podríamos aplicar la famosa frase del filósofo español Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia”. Los conjuntos sociales no evolucionan individualmente, sino que cambian y se transforman según los procesos de su alrededor y los ocurridos en su propio seno. Puesto que todavía no hemos tenido constancia de que ningún grupo humano no se haya adecuado a esta regla, la sociedad del Estado de Israel no va a ser excepción. Es más, dicha sociedad se ve en gran medida y terriblemente influenciada por los procesos políticos que su sola existencia conlleva.
Probablemente no podamos hablar de la historia de la sociedad israelí hasta 1947, año de la formación del estado, y precisamente, año en el que se empieza a conformar un verdadero sentimiento de unidad con respecto al ser judío. Sin embargo, el sentimiento de unidad nacional, que en otros nuevos estados tardan años en completarse, y en otros antiguos jamás se consigue, se logra de manera casi totalmente instantánea en Israel. Esto bien podría ser porque todos sus conformantes comparten una idea común (ya sea religiosa o tradicional) o porque se ven todos afectados de inmediato por una situación internacional de máxima tensión política y militar que hace peligrar los, todavía húmedos, cimientos de una sociedad y un país en construcción.
El proceso de evolución de la sociedad israelí es extremadamente complicado, porque así lo es la situación que sus conformantes llevan viviendo más de 50 años. El conflicto continuo que vive el país, ya no solo por la posición que ocupa en el mapa geopolítico, sino por su mera existencia, es el principal motor de evolución social que tiene su conjunto humano. Una evolución, en la que sus actores no tienen nombres o apellidos, no tienen siquiera gobiernos ni naciones, pues su actor principal es la guerra y el supuesto estado de amenaza, ya sea externa o interna que vive sin descanso o la propia amenaza que la sociedad israelí representa para los demás.
Israel, o más bien su sociedad, siguiendo la tendencia de institucionalizar, tan propia de occidente desde el Siglo XVII, ha creado todo un conjunto de procesos y una maquinaria de entramado político y social que defiende al propio conjunto humano hacedor. Esto parecería absurdo desde un punto de vista exterior al conflicto, sin embargo, eso es precisamente lo que el pueblo israelí, completamente homogeneizado por ellos mismos en un mecanismo de autodefensa cree hacer; protegerse. La evolución del pueblo de Israel como estado y como sociedad, sería y es, el ejemplo perfecto de libro sobre evolución social forzada.
No queriendo introducir debate, cabría preguntarse quién es realmente el que se deba proteger, pero contando que el trabajo expuesto hace referencia a la sociedad israelí y a las instituciones que han conformado en su propia historia, reniego de plantear siquiera la cuestión. El caso es que, en una situación como la vivida en Israel en la actualidad, es muy fácil entender la formación de un nacionalismo fuerte y arraigado en la población, una sociedad completamente homogeneizada en pos de una idea o una tendencia y unas instituciones formadas para protegerse de la “amenaza” que viven.